Es realmente único cómo Pirandello logra animar una historia como una novela de apéndice con verdades penetrantes, con situaciones inesperadas que provocan reflexiones profundas. Te atrapa en una trampa con una trama anticuada y la molesta por los comportamientos poco comunes del protagonista, por la mentalidad moderna que demuestra, poniendo en dificultad a todos los otros personajes que están allí para representar la mentalidad común. De esta manera, muchas verdades y una nueva verdad final emergen de la vieja trama. En nuestro caso, la tesis de que es inútil luchar por conocer la verdadera identidad de una persona: ni siquiera la identidad social y personal es cierta.
In Italiano – Come tu mi vuoi
Personajes, Acto Primero
Acto Segundo
Acto Tercero
Personajes
La Desconocida
Carlos Salter, escritor
Greta, su hija llamada Mop
Bruno Pieri
Boffi
Tía Lena Cucchi
Tío Salesio Nobili
Inés Masperi, esposa de
Silvio Masperi, abogado
Bárbara, hermana de Bruno
La Demente
Un Doctor
Una Enfermera
Cuatro Jóvenes de frac
Un Portero
El primer acto, en Berlín, en casa del escritor Carlos Salter; los dos restantes, en un chalet cerca de Údine.
Diez años después de la gran guerra europea (La de 1914-1918 – N. del T)
Como tu me deseas
Acto Primero
Salón en casa del escritor Carlos Salter, decorado con lujo caprichoso. Puerta al fondo, que da a un ancho pasillo. Enfrente, se entrevé la puerta de la calle. A la derecha (las indicaciones derecha e izquierda son siempre las del actor), hay un gran arco, a través del cual se ve un gran trozo de la pared del fondo del despacho. Es de noche y tanto el salón como el despacho están iluminados por unas luces veladas por pantallas de distintos colores que, al mismo tiempo que dan un fantástico relieve a lo caprichoso de la decoración, le infunden una misteriosa reserva.
Al levantarse el telón se ve a Mop sentada en una amplia butaca, con un curioso pijama de seda, negro y floreado de orquídeas, acurrucada y apoyada sobre uno de los brazos, con la cara oculta, como si durmiera. Está llorando. Lleva un corte de pelo varonil; en su cara (cuando la muestre), hay algo ambiguo que da asco, y, al mismo tiempo, algo trágico que turba profundamente. Poco después llega por el arco de la derecha Carlos Salter, excitado y descompuesto. Tiene cincuenta años. Cara inflada, pálida, de ojos claros, casi blancos, en medio de sus ojeras ennegrecidas. Un poco calvo en la entrada, tiene luego el cráneo preso con fiera violencia de cabellos rizados, cortos. Su rostro afeitado destaca la prominencia de sus labios sensualísimos. Viste una rica chaqueta de casa. Las manos, en los bolsillos.
Salter: Aquí está, con los de costumbre. La he visto desde la ventana.
Al pronunciar la última frase, sin darse cuenta, saca una mano del bolsillo. En aquella mano convulsa empuña un pequeño revólver.
Mop: (Notándolo en seguida) ¿Qué tienes ahí?
Salter: (Que ha vuelto a meter rápidamente la mano en el bolsillo, contrariado) Nada, mira: los sube aquí. Te prohibo estar con ellos.
Mop: ¿Y qué vas a hacer?
Salter: No lo sé. Eso tiene que acabar.
Mop: ¿Cómo acabar? ¿Estás loco?
Salter: Yo tampoco me dejaré ver. Ve a la puerta y escucha a ver si sube sola. (Mop va hacia el pasillo) Espera. (La detiene mientras escucha) La oigo gritar.
Mop: Estará despidiéndolos.
Salter: Están todos borrachos. Y uno los seguía.
Mop: ¡Dame ese revólver!
Salter: (Sacudiéndose, sorprendido) ¡Quita! ¡Si no pienso utilizarlo! Lo tengo… así, en el bolsillo.
Mop: ¡Dámelo!
Salter: ¡No me des la lata! (Se oyen las voces más cercanas e intensas) ¿Oyes?
Mop: Parece que riñen.
Van corriendo hacia la puerta de entrada, en el pasillo; la abren. La parte visible del pasillo es invadida por cuatro Jóvenes imbéciles, vestidos de frac, medio borrachos; en medio de ellos, La Desconocida y Boffi, que la defiende. Mop y Salter se mezclan con ellos; aquéllos, para sacar del grupo a La Desconocida, y él para rechazar a los intrusos. En la penumbra, y en confusión, aquellos cuatro, de los cuales alguno es pingüe y rosado, otro calvo, otro con el pelo oxigenado, más mujer que hombre, parecen marionetas agitadas; con gestos sin gracia, bravucones y vanos. Gritan todos a la vez.
Se ha combinado una cara mefistofélica, pero así como en broma.
Máscara, un poco por aparentar y dar el golpe, para luego mantenerse firme, sencillo y natural. A fuerza de levantar la cabeza para no ahogarse, ha cogido un tic nervioso en las cuerdas del cuello, que, de vez en cuando, le hace estirar la barbilla y contraer las comisuras de los labios. Sonríe a cada momento, diciendo casi para sí: ¡Menos broma!
La Desconocida: ¡No! ¡Basta, basta! ¡No quiero más! ¡Marchaos! ¡Esto ya pasa de broma!
Jóven primero: …la última danza entre los vasos…
Segundo: ¡Címbalo…! ¡Címbalo…! ¡«Espuma de Champaña»!
Tercero: …Y nosotros, todos a coro…
Cuarto: (Entonando, con la lengua trabada) …¡Clodoveeo…! ¡Clooodoveeo…!
Jóven primero: …Todos tristes hasta morir…
La Desconocida: ¡Dejadme! ¡Dejadme!
Boffi: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Basta ya! ¡Sí, muy bien! ¡Pero basta! ¡Os lo dice ella misma!
Salter: ¡Fuera! ¡Salgan de mi casa!
Jóven primero: ¡Pero ésta no es la manera…! ¡Tenemos que beber!
Segundo: ¡Nos ha invitado ella! ¡Déjese de bobadas!
Tercero: ¡Tenemos que acabar desnudos!
Cuarto: …Clooodoveeo…
(Luego, ante un puñetazo en el pecho) ¡Brutalidad!
Mop: ¡Desvergonzados! ¡Esto es una agresión!
(Luego a La Desconocida, abrazándola como reparación, y trayéndola hacia el salón) ¡Ven! ¡Ven!
La Desconocida: (Liberándose del abrazo y entrando en el salón) ¡No! ¡Por caridad! ¡Sólo me faltaba ahora tu abrazo!
Salter: (En el pasillo, con Boffi, impidiendo la irrupción) ¡Señores, que voy a echarles de aquí a tiros de revólver!
Boffi: (Empujándolos fuera de la puerta) ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Se acabó! ¡Fuera! ¡Fuera!
Jóven primero: (Antes de que le cierren la puerta en sus narices) ¡Elma, una caricia!
Segundo: ¡El perrito!
Mop: ¡Verdaderamente, dan náuseas!
Desaparecen los cuatro Jóvenes. La puerta ha vuelto a cerrarse; pero todavía se les oye gritar en la escalera. El cuarto se obstina en entonar: «Clodoveeeo.»
Salter: ¿Qué querían?
La Desconocida: Como de costumbre ¡Puercos! ¡Me han hecho beber tanto…!
Salter: ¡Es un escándalo! ¡Volverán a sublevarse todos los inquilinos!
La Desconocida: ¡Échame de aquí, ya te lo he dicho!
Mop: ¡No, Elma!
La Desconocida: Dice que es un escándalo…
Salter: Bastaría con que no anduvieras más con ellos.
La Desconocida: ¡Pues mira: me voy precisamente con ellos! ¡Lo prefiero! (Se lanza) ¡Voy a ver si los alcanzo!
Boffi: (Deteniéndola) ¡Doña Lucía!
La Desconocida: (Parada) Bueno, pero, ¿se puede saber quién es usted?
Salter: Sí. ¿Por qué se ha quedado usted aquí?
Boffi: He defendido a la señora.
Salter: Seguía usted a la comitiva: lo he visto.
La Desconocida: Desde hace tantas noches, como un guardia: siempre lo tengo al lado.
Mop: ¿Y no sabes quién es?
Boffi: ¡Claro que sí! ¡De sobra sabe la señora quién soy! (Tic) ¡Menos broma!
(Y como para persuadirla a que se rinda, la llama) ¡Doña Lucía…!
Mop: (Extrañada) ¿Lucía…?
La Desconocida: Sí…, así, en todos los tonos… «Doña Lucía…» «Doña Lucía…» Siguiéndome, pasando junto a mí.
Boffi: …y siempre se ha vuelto.
La Desconocida: …¡Claro!
Boffi: …porque es doña Lucía…
Mop: ¡Qué va a ser…!
Boffi: ¡Claro que es…! Sobresaltándose cada vez, y poniéndose pálida…
La Desconocida: …¡naturalmente! Al oírme llamar…
Boffi: (Rectificando y pisándole la palabra) …volver a llamar…
La Desconocida: (A Mop) …de noche… ¡figúrate…!, con esa cara de diablo.
Boffi: …¡Truco, señora! Nadie es verdaderamente diablo…
La Desconocida: …¿Usted lo es de profesión?
Boffi: …Eso es; de profesión…, como usted representa aquí…, no sé qué papel… delante de estos señores… siendo doña Lucía.
Mop: ¡Oh, éste es un verdadero caso!
La Desconocida: ¡No le cabe la menor duda! ¿Comprendéis?
Boffi: ¡Me dejaría cortar las dos manos!
Salter: ¿Tiene usted en casa otras dos de recambio?
Boffi: No, señor; sólo tengo éstas, y las apuesto.
La Desconocida: ¿Que yo soy doña Lucía?
Boffi: …Pieri.
La Desconocida: ¿Cómo ha dicho?
Boffi: ¡No se haga usted de nuevas!
La Desconocida: No, es que no he oído bien.
Boffi: (A Salter, como denunciando y al mismo tiempo desafiando) He dicho Pieri. ¡Y el marido de la señora está aquí!
La Desconocida: (Sentándose, profundamente turbada) ¿Mi marido?
Boffi: Sí señora. Bruno está aquí.
La Desconocida: Pero, ¿qué dice? ¿Dónde es aquí?
Salter: ¡Locura!
Boffi: Lo he llamado yo.
La Desconocida: ¡Usted está loco!
Boffi: ¡Ha llegado esta noche!
Salter: ¡El marido de la señora murió hace cuatro años!
La Desconocida: (A Salter, en un arranque espontáneo e involuntario) ¡No! ¡Eso no es verdad!
Salter: (Parado) ¿No es verdad?
Boffi: Está aquí, en el hotel Edén. A dos pasos,
La Desconocida: (A Boffi, excitadísima) ¡Deje usted ya esa broma de hablar de mi marido! ¡Yo no tengo marido! ¿A quién ha hecho usted venir?
Boffi: ¿Ve usted cómo se turba?
Salter: (A la Desconocida) Entonces, ¿todavía vive?
Boffi: (Respondiendo por ella) ¡Le digo que está aquí, a dos pasos! Si la señora quiere… (Mira a su alrededor) Tendrán ustedes teléfono…
De repente la Desconocida estalla de risa como una loca.
Salter: (Viéndola reír) Bueno, pero, ¿qué historia es ésta?
La Desconocida: Pues que tengo un marido a dos pasos. ¿No lo oyes? ¡Puedo llamarlo por teléfono cuando quiera!
Salter: (A Boffi, para cortar) Escuche, caballero: éste no es el momento para mí, ni para ella (la Desconocida) de seguir esta broma estúpida.
La Desconocida: (A Salter, con aire de querer bromear, pero al mismo tiempo de desafío) No, no, espera. ¿Y si yo fuera realmente…?
Salter: ¿Quién?
La Desconocida: Esa doña Lucía que este señor reconoce en mí con tanta seguridad. ¿Qué tendrías tú que decir?
Salter: He dicho broma estúpida.
La Desconocida: ¿Y la tuya, qué es?
Salter: ¿La mía?
La Desconocida: Sí. ¿Acaso tú me conoces más que él?
Salter: ¿Yo? ¡Te conozco mejor de lo que te conoces tú misma!
La Desconocida: (Se inclina) ¡Haz ese hermoso esfuerzo! ¡Yo no quiero conocerme desde hace tanto tiempo…!
Salter: ¡Eso es muy cómodo, para no rendir cuentas de lo que haces!
La Desconocida: Al contrario, amigo mío: indispensable para poder soportar lo que me hacen los demás.
Boffi: (Espontáneo) ¡Magnífico!
Salter: (Mirando como un perro rabioso) ¿Qué dice usted que es magnífico?
Boffi: Su manera de rebatir. (Y añade en tono de conmiseración) ¡Y lo que la vida le ha hecho!
La Desconocida: ¡Pero figúrese, si quisiera conocerme un poco, ser «una» también un poco para mí (a Salter), eso es, «esa doña Lucía» de este señor, por ejemplo (coge del brazo a Boffi), diga usted si ahora podría soportar vivir aquí con él!
(Soltando a Boffi y dirigiéndose de pronto a Mop) ¡Mop, di tú cómo me llamo!
Mop: ¡Elma!
La Desconocida: ¡Elma! ¿Ha comprendido? Nombre árabe, ¿sabe qué significa? Agua. Agua…
(Y, al decir esto, agita los dedos alargando las manos para indicar la inconsistencia de su vida actual. Luego, cambiando de tono) ¡Pero me hacen beber tanto vino! ¡Dios mío, cinco cócteles, champaña…!
(A Mop) ¡Si me dieras algo de comer…!
Mop: Sí, ahora mismo. ¿Qué te apetece?
La Desconocida: Pero… no sé. ¡Estoy como abrasada!
Mop: ¡Voy corriendo a ver ahí…!
La Desconocida: No te aturrulles, guapa.
Mop: …Algún «sandwich»…
La Desconocida: Aunque sea un trocito de pan. Por meter algo dentro, y detener esta cabeza que me da vueltas.
Mop: ¡Sí, sí, voy!
Sale corriendo por la derecha.
Salter: (A Boffi) ¿Querrá usted hacerme el favor de comprender que se ha equivocado, y marcharse?
La Desconocida: No, no, déjalo, que se quede. Un señor que me conoce…
Boffi: La señora sabe que no me he equivocado.
La Desconocida: Pero con tal de que mi marido no me llame por teléfono: eso, no.
Boffi: (Resuelto) Señora, su marido…
Salter: (De pronto, cortando violentísimo) ¡Déjenos ya en paz con ese marido!
(volviéndose a La Desconocida) Tú me has dicho que murió hace cuatro años.
Boffi: (Más fuerte, conciso) La señora ha mentido.
La Desconocida: (Levantándose, yendo a estrechar la mano a Boffi) Gracias, caballero, por esa afirmación.
Boffi: ¡Ah, loado sea Dios!
Salter: ¿Has mentido?
La Desconocida: ¡Sí! (Luego, a Boffi) Pero no se apresure usted a dar gracias a Dios. Yo le he dado las gracias a usted por la satisfacción que me ha dado al afirmar tan rotundamente mi derecho a mentir, dada la vida que hago.
(A Salter) ¿Quieres que te rinda cuentas de mis mentiras? ¡Pues ríndemelas tú a mí de las tuyas!
Salter: ¡Yo no he mentido jamás!
La Desconocida: ¿Tú? ¡Pero si no hacemos otra cosa todos!
Salter: ¡A ti, nunca!
La Desconocida: ¿Por qué algunas veces tienes la desfachatez de decirme…?
Salter: (Cortando, violentísimo) …¡Basta!
La Desconocida: …Te mientes a ti mismo. Incluso con tu cochina sinceridad, porque luego ni siquiera es verdad que seas tan espantoso. Consuélate con esto; que, verdaderamente, nadie miente del todo. ¡Tentativas de hacérselo tragar a los demás y a nosotros mismos! Hace cuatros años, amigo mío, pudo morirse «alguien», si no mi marido; y algo hay, por lo tanto, de verdad…, como en casi todas las historias que se cuentan.
(A Boffi) Pero eso no quiere decir que mi marido esté vivo y aquí…, al menos para mí.
(Jugando a hacer la misteriosa, como si improvisara una poesía) A lo sumo, a lo sumo… será el marido de una que ya no existe. Será un pobre viudo. Es decir, uno que, como marido, ha muerto. Cuéntenos un poco la historia: puede ser interesante, si ha venido hasta aquí. Así, se llegará a saber también alguna verdad verdadera acerca de esa doña Lucía que sería yo.
(A Salter) Escucha, escucha…
Boffi: (Decidido, avanzando) ¡Señora, permítame hablar un momento a solas con usted!
La Desconocida: ¡Ah, no: a solas no, por caridad! ¡Aquí, delante de él: me agrada que sepa…!
(Se tiende) Después de todo, ya no hay secretos hoy día, ni pudor.
Salter: ¡Como los animales!
La Desconocida: …¡Claro…!, sólo que los animales, ¡Dios mío!, por lo menos, son naturaleza.
Salter: (Como antes, bosquejando cada vez con más desprecio) Sabiduría de instinto…
La Desconocida: …Mientras en la humanidad… (vuelve a tenderse), ¡horrible, amigo mío! Naturaleza es locura: triste hasta hacernos morir de tristeza, decía Fritz…, y además repugnante. ¡Pobres de nosotros, si tuviéramos el entendimiento como camisa de fuerza…
(A Mop, que llega con un «sandwich.») ¡Ay, qué encanto! ¿Encontraste?
(Se levanta) Dispense.
(Muerde el «sandwich.») ¡Tengo un hambre…!
Mop: Pero mira esa manga…
La Desconocida: ¿Rota? Habrán sido esos perros…
Mop: No: parece sólo descosida.
La Desconocida: ¿Sabes que esta noche no conseguí hacer caer la botella? No sé… Quizá me ponía demasiado lejos.
(Mientras habla, con gran agilidad se saca los zapatos y, descalza, corriendo con la ligereza de una danzarina, sobre las puntas de los pies, se acerca a Boffi y le saca la chistera de debajo del brazo) Dispense. ¿Me permite?
(Extiende la chistera, la coloca en el suelo, ante ella, en medio de la escena; luego, con gracia, alza su vestido casi hasta la rodilla y, sosteniéndose sobre la punta de un pie, levanta el otro con movimiento de danza, como para derribar una botella de champaña que estuviera ante ella en lugar de aquel sombrero de copa. Canturrea a media voz acompañándose) Tarirararari… Tarirararari…
(Por dos veces, no consigue rozar el sombrero de copa al levantar el pie) ¡Claro!, ¿ves? Me colocaba demasiado lejos…
(Coge la chistera, vuelve a plegarla oprimiendo la copa contra su pecho, y se la devuelve a Boffi) Gracias, Doña Lucía – y lo siento si eso puede ofender a su marido – hace sus números de danza en el «Lari Fari», ¿sabe?
Boffi: Y cuanto más haga eso, más me convenzo de que es ella. Pero, ¿cómo quiere usted que yo no la reconozca, si la he visto crecer cuando era niña?
La Desconocida: ¿A mí? ¿Cuando era niña? ¡Oiga, oiga…! ¿Y no he cambiado nada desde que era niña hasta ahora?
Boffi: Sí, ha cambiado. Como cambia todo el mundo. ¡Pero muy poco, si se tiene en cuenta todo lo que debe haber pasado!
La Desconocida: (Después de mirarlo un momento) ¿Sabe que me interesa usted enormemente? Las he pasado de todos los colores. Incluso ahora…, mire…, entre estos dos (Salter y Mop), ¡si supiera usted qué cosas…!
Salter: (Temblando, como quien ya no puede más) ¡Basta! ¿Cómo no te avergüenzas…?
Mop: (Rebelándose, conmovida) ¡No! ¡Tiene razón! Esta pobre criatura… (Y va a abrazarla)
La Desconocida: (Molesta, liberándose rápidamente del abrazo) ¡Mop, por caridad…!
Salter: (A Mop, furioso, aprovechando aquel movimiento de fastidio de la desconocida) ¡Déjala en paz! ¡Y deja ya de hacer la estúpida, así, en pijama! ¡Vete a dormir!
Mop: (Trágica, contra su padre) ¡Tú deberías avergonzarte, no ella!
La Desconocida: (Deteniéndola con cansada exasperación) ¡No empecéis otra vez, por Dios!
Salter: ¡Te he dicho que te vayas! ¡Vete!
La Desconocida: Sí, anda, anda, guapa; ve a ver si puedes prepararme otro «sandwich», ¿eh?
Mop: ¿Y vendrás a comerlo allí?
La Desconocida: Sí, con una condición: que no me beses. ¡Ya sabes que no puedo soportarlo! (Salter se echa a reír ferozmente)
Mop: ¡Bellaco!
La Desconocida: (Exaltada, a Salter) ¡Hazme el favor de no reírte!
(Luego, a Boffi) ¡Esto sólo me ocurre a mí! ¡Celoso el uno de la otra!
Mop: (Vejada, suplicante) ¡No, Elma, no digas eso!
La Desconocida: (A Mop, afectuosa) ¡Ojalá no fuera cierto! Pero… ¡míralo! (al padre).
Salter: (Estremeciéndose, con las manos en los bolsillos) ¡Mira que no voy a poder contenerme!
La Desconocida: (Provocativa, cruel, dirigiéndose a Boffi) Su mujer no quiere divorciarse… Ha mandado a la hija para despegar al padre de mí… Se me ha pegado también la hija…
(A Mop) Sí, querida…, peor que él, siento tener que decírtelo… Porque él es viejo, pero al menos… (Sobreentiende: «Es hombre.»)
Mop: (Se adelanta; mira primero a su padre; luego, se vuelve a La Desconocida y lo denuncia) Tiene el revólver en el bolsillo, para ti, ¿sabes?; te lo advierto.
La Desconocida: (Volviéndose a mirar a Salter, fríamente) ¿El revólver?
Salter: (No responde, sonríe con los labios apretados, saca el revólver del bolsillo y va a dejarlo encima del velador, junto a La Desconocida) Aquí lo dejo, a tu disposición. (Y vuelve a su sitio)
La Desconocida: (Sonriendo) Gracias. ¿Está cargado?
Salter: Está cargado.
La Desconocida: (Coge el arma, y pregunta) ¿Para mí o para ti?
Salter: Para quien tú quieras.
Boffi: (Viéndola levantar el arma) ¡Eh! (Tic) ¡Menos bromas!
La Desconocida: (Baja el arma y la deja sobre el velador; luego, vuelta hacia Boffi) ¿Ha comprendido? ¡Tragedia! (Y se sienta)
Salter: (Conteniéndose de nuevo con dificultad) ¡Deja ya de dirigirte a un extraño! ¡Habla conmigo! La decisión estaba fijada para esta noche. ¿Vas a decirme que se te había olvidado? Pues a mí, no, ¿sabes?
La Desconocida: Pero ¿cómo…, la decisión…, así…? (Mira para el revólver)
Salter: Yo estoy dispuesto a todo.
La Desconocida: (Ante esta respuesta, se levanta rápida, palidísima, decidida, vuelve a coger el arma y apunta contra Salter) ¿Quieres que te mate? ¡Soy capaz de hacerlo! ¿sabes?
(Vuelve a soltar el arma) Estoy tan cansada de todo.
(Se le acerca) Te daré, sin embargo…, mira…, un beso, aquí en la frente.
(Lo besa) Bueno dame las gracias, al menos…
(Le da el revólver) Toma, mátame tú a mí, si quieres.
Mop: (Rápida) ¡No! ¡Mira que él lo hará de verdad!
La Desconocida: ¡Que lo haga! Después de todo, cuando no se puede más… Si por lo menos tuviera él ese valor…
(Volviendo al sitio donde estaba, vuelta hacia Boffi, dice, con un tono de sinceridad tan desolada que parece que está hablando el cansancio en persona) De veras, ¿sabes? Ya no puedo más.
(Luego, como recobrando aliento) Tengo un hambre que no veo; pido un pedazo de pan; me ofrecen un revólver; usted me llama «doña Lucía»;
verdaderamente, una noche de risa…
Salter: (De pronto, avanzando hacia Boffi) ¡Yo estoy en mi casa: haga el favor de marcharse!
Boffi: Yo no me marcho, porque estoy aquí por la señora, y no por usted.
Salter: La señora está en mi casa, es mi huésped.
La Desconocida: Eso es verdad; pero yo puedo, si me place, invitar y dar conversación a un señor que dice que me conoce.
Boffi: Y, además, ¿trata usted a sus huéspedes empuñando un revólver?
Salter: (Respondiendo primero a La Desconocida) ¡No es éste el momento de que nos demos explicaciones!
(Luego, volviéndose a Boffi) ¿Ha comprendido usted que debe marcharse?
Boffi: Sí…, ¡pero con la señora!
La Desconocida: (Levantándose de pronto, resuelta) ¡Bravo, sí! ¡Me voy con usted!
Salter: (Terrible, de un salto, sujetándola por una muñeca) ¡Tú no sales de aquí!
La Desconocida: (Intentando liberar de un tirón la muñeca que él le tiene atenazada) ¿Puedes tú impedirme que me vaya, si quiero?
Salter: (Sin soltarla) ¡Sí, te lo impido!
La Desconocida: ¿Por la fuerza?
Salter: ¡Sí…!, si quieres hacerte fuerte con el primero que llega…
Boffi: ¡Yo no soy el primero que llega!
La Desconocida: ¡Suéltame!
Salter: ¡No!
La Desconocida: ¡Quiero ir con él!
Boffi: ¡No va usted a hacer violencia a una señora que yo le aseguro que conozco!
Salter: Usted aquí es un intruso. Esta señora no lo conoce a usted de nada.
Boffi: ¡No quiere reconocerme, que no es lo mismo! Yo soy Boffi.
La Desconocida: (Rápida) ¿El fotógrafo?
Boffi: (A Salter, triunfante) ¿Ve usted como me conoce?
Salter: ¿Boffi? (De pronto, acordándose) ¡Ah…!, el que ha descubierto…
Boffi: …El retrato estereoscópico, precisamente…
Salter: …¡Claro! ¡Cómo no va a conocerlo! ¡Ha venido aquí a hacer una exposición de retratos!
Mop: …Y hemos visto juntos las reproducciones en los periódicos…
La Desconocida: (Decidida, tomando una extrema resolución: el todo por el todo:) ¡No es verdad! ¡Yo lo conozco! ¡Lo conozco! ¡Es un amigo de mi marido!
(De un nuevo tirón, liberando la muñeca que le tenía cogida Salter) ¡Suéltame!
Salter: Pero si has estado riéndote…
La Desconocida: ¡Porque no quería que me reconociera!
Boffi: ¡Eso es! ¿Pero cree usted, señora, que su marido no sabe…?
La Desconocida: ¡No, no! ¡No puede saberlo! ¡No puede saberlo!
Boffi: ¡Lo sabe todo! ¡Se recogieron allí testimonios…!
La Desconocida: (Turbada, pregunta instintivamente) ¿Allí…, dónde?
Boffi: En el chalet, donde, a pesar de todo…
Salter: (Notando la turbación, en tono retador) ¿Chalet? ¿Qué chalet? Di, di…, ¿qué chalet?
La Desconocida: (De repente, arrogante) ¡El mío!
(Y vuelta a Boffi) ¡Diga qué testimonios se recogieron! ¡Lánceselos a la cara a este bellaco, que se aprovecha de la desesperación en que me encontró!
Boffi: El viejo jardinero oyó sus gritos… Filippo, ¿recuerda? Ha muerto hace poco.
La Desconocida: ¡Filippo! ¡Sí!
Boffi: ¿Cómo iba a poder defenderse, allí, sola? Nos bastó a todos nosotros ver, cuando volvimos, el horror de las ruinas en nuestras tierras invadidas…
La Desconocida: (De pronto, iluminándose, como ante la llamada milagrosa de un suceso en el que ella se encontró realmente) …¡Ah…, la invasión!
(A Salter, triunfalmente) ¿Oyes? ¿Oyes?
Salter: (Confuso, teniendo que reconocerlo así) Sí, me has hablado de la invasión…
La Desconocida: (Como antes) …¡Yo soy veneciana!
Boffi: Todos hemos tenido pruebas de la ferocidad del enemigo…
(Hablando a Salter con altanería, como volviendo a echarle en cara una infamia al antiguo enemigo) Bruno Pieri, valeroso oficial, vuelve a su país con el ejército victorioso; y en aquel chalet, reducido a un montón de escombros, no encuentra ni las huellas de su joven esposa, casada apenas hacía un año…
La Desconocida: Bruno…
Boffi: …De su Luchi.
La Desconocida: ¡Me llamaba Luchi! ¡Me llamaba Luchi!
Boffi: Se imaginó el suplicio a que debieron someterla los oficiales que se instalaron en el chalet… y enloqueció, señora, ¡estuvo loco más de un año! No puede usted imaginarse todas las pesquisas que hizo durante los primeros años, suponiendo que la avalancha del ejército enemigo, al retirarse huyendo, la habría arrastrado consigo.
La Desconocida: ¡Me arrastró consigo! ¡Me arrastró consigo!
Salter: (A Boffi) ¡Pero espere!
(Luego, como haciendo memoria) Yo debo haber leído esa historia…
Boffi: ¡La habrá leído usted en los periódicos!
Salter: ¡Claro…! ¡Hace años…!
Boffi: La hizo publicar su marido, hace años.
La Desconocida: ¡Yo no la he leído!
Salter: (A La Desconocida) ¡Tu historia entera es una impostura!
(A Boffi) Yo también debo saber algo… de ciertas suposiciones… de un amigo mío, doctor psiquiatra…, en Viena…
(Volviéndose de nuevo a La Desconocida, con desprecio) Tú estás mezclando tus casos con esta historia, que quisieras hacer pasar por la tuya.
Boffi: ¡Pero si es ella, esta señora!
Salter: (Todavía más despectivo) ¿Tú?
La Desconocida: (Placidísima) Lo asegura él. ¿No lo oyes, que me conoce desde niña?
Boffi: ¡Yo no puedo equivocarme!
La Desconocida: En cambio, tú me conoces sólo desde hace unos meses.
Salter: (Fuerte, excitado, con vivo dolor) ¡Yo he destruido mi vida por ti!
La Desconocida: ¡Por tu locura, no por mí!
Salter: Pero, ¿quién me ha hecho perder la cabeza?
La Desconocida: ¿Acaso yo? ¡Tú quisiste perderla, acercándote a mí!
Salter: ¡Porque tú me tentabas!
La Desconocida: ¡Ah, amigo mío: mi oficio de mujer, al que la vida me ha reducido! ¿No has oído lo que me hicieron?
Salter: ¡Deja ya de valerte de la equivocación en que este caballero se obstina en persistir!
Boffi: ¡Yo no estoy equivocado, en absoluto!
La Desconocida: ¡Figúrate, cómo voy a valerme de la equivocación de quien no está equivocado!
(A Boffi) ¡Esta noche es usted un enviado del cielo para mí! ¡Mi salvador! ¡Por favor, hábleme de mí, de cuando era niña! Era yo tan distinta, que cuando me acuerdo, me parece estar soñando.
Boffi: ¡A todos nos parece así, ahora, la vida de antes, Luchi!
La Desconocida: ¡Ah, me llama Luchi usted también! ¿Me llaman todos Luchi? Yo creí que sólo me llamaba él así. ¡Qué lástima!
Salter: (No pudiendo contenerse) ¡Mira que no puedes quitarme de en medio así, después de haberme aprisionado como lo has hecho!
La Desconocida: ¿Yo? ¿Aprisionado?
Salter: ¡Tú!
La Desconocida: ¿Te has dejado aprisionar? ¡Debías haberte defendido! Sí, en cierto sentido, es verdad; pero tú me has engañado.
Salter: ¿Yo?
La Desconocida: Me has engañado. ¡Yo te había cogido sólo como bufón! ¡Pero te has vuelto insufrible, insufrible!
Salter: ¿Por qué no quieres tener piedad de mí?
La Desconocida: (Como maravillada) ¿Yo? ¿Tienes el valor de decirlo? ¡He tenido tanta piedad de ti…! Y tu hija es testigo…
(A Boffi) Un escritor famoso, ¿sabe…?
Salter: (Rápido, cortando) ¡Te prohibo hablar de mí!
La Desconocida: Entonces, ¿por qué sacar a relucir tu vida destruida?
Salter: Para que tengas miedo, si ahora piensas en serio deshacerte de mí así.
La Desconocida: ¿Yo, miedo?
Salter: Miedo, sí.
La Desconocida: Nunca he tenido esa clase de miedo.
Salter: ¡Pues ahora debes tenerlo!
La Desconocida: ¿Para qué tienes el revólver en el bolsillo? Mira, yo me voy con este señor: Luchi, de paseo, como de niña. Tú sacas el revólver del bolsillo y me matas como en broma. ¿Hacemos la prueba?
Salter: (Temblando) No me pongas en ese trance.
La Desconocida: Yo estoy preparada.
(A Boffi, cogiéndolo del brazo) ¡Vamos! (Salter saca el revólver del bolsillo)
Boffi: (Rápido, poniéndose en medio) ¡No, así, no, señora!
La Desconocida: ¡He estado en medio de la guerra! ¡Déjelo que me mate! ¡Luego tendría que matarse él también…, y no tiene valor para ello!
Salter: ¡Lo tengo…, y tú lo sabes perfectamente!
La Desconocida: (A Boffi) Escuche usted: hubiera podido echarlo a un lado, así, con el pie, como un andrajo en el suelo…
Salter: ¡Yo no soy un pelele!
La Desconocida: ¡Qué cara!
(A Mop) ¡Dilo tú, Mop, a ver si no es verdad que se separó de tu madre, porque siempre estaba reprochándole que no fuera bastante serio para su reputación de escritor!
Mop: Sí, es verdad.
La Desconocida: Unas desvergüenzas increíbles, ¿sabe?, jactancias delante de la gente que venía a visitarlo: «Ustedes dispensen, señores, pero yo no puedo tener seriedad delante de mi mujer, que, ¡fíjense!, incuba mi fama como una clueca.»
Salter: (Exasperado) ¡No podía ser serio! ¡No podía ser serio!
(A Boffi) Es espantoso, caballero, que baste una cosa de esas…, una tontería que se dice una vez, así, en broma…, ¿ve usted…?, se queda grabada para siempre en un concepto… Soy aquél, y no puedo ser otro… ¡Sellado…! ¡Un payaso!
La Desconocida: ¿Puedes negar que estabas haciendo el payaso cuando te conocí entre aquellos otros?
Salter: (Interrumpiendo, frenético) ¡Porque llevaba dentro el tormento de una vida imposible!
La Desconocida: (A Boffi) ¿Ha visto usted? ¡Ahora excluye a los demás, indignado; y me riñe a mí, que comprometo su reputación! ¡Se ha transformado en su mujer! (Excitándose) ¡Tenía yo que hacerte posible la vida, ¿verdad? Yo, con su hija, que… ¡Dios mío!
(Se cubre el rostro con las manos, de asco, exasperación, desesperación) ¡No me hagáis hablar! ¡No me hagáis hablar!
Mop: (Corriendo hacia ella, aterrada) ¡No, no, Elma, por caridad!
La Desconocida: (Casi rugiendo, rechazándola) ¡Quita! ¡Quiero decirlo!
Mop: ¿El qué?
La Desconocida: ¡Lo que me habéis hecho!
Mop: ¿Yo?
La Desconocida: (Casi como loca) Tú…, todos… No puedo más… No puedo más… Esta es una vida de locos… Estoy hasta la coronilla… Se me rompe el estómago… Vino, vino…, locos que ríen…, el infierno desencadenado…, espejos, vasos, botellas…, bailar todos en corro…, el vértigo… enroscarse todos desnudos…, todos los vicios amasados…; ya no hay leyes naturales…, ya no hay nada…, sólo la obscenidad, rabiosa de no poder satisfacerse…
(Agarrando a Boffi por un brazo, y señalando a Mop) Mire…, mire a ver si eso es un rostro humano… Y éste (por Salter), con esa cara de muerto, y todos los vicios que le hormiguean en los ojos… Y yo vestida así…, y usted que quiere parecer un diablo… Esta casa… ¡Pero aquí, como en cualquier otra parte, en toda la ciudad, está la locura, la locura!
(Señalando nuevamente a Mop) Llega ésta. Yo no sabía nada. Yo estaba ya en el «Lari Fari». ¡Qué escena tendría con su padre! Lleva ahí un arañazo, de la frente a la mejilla.
(Le coge la cara y se la muestra a Boffi) ¡Mire: todavía se le conoce!
Salter: ¡Pero no fui yo!
Mop: ¡Me lo hice yo sola: no quiere creerlo!
La Desconocida: ¡Yo no sé nada: no estuve aquí! ¡Vuelvo aquí borracha! ¡A la fuerza: vierto con el pie la botella, y luego me la bebo: luego «Espuma de Champaña».
(Mostrando su vestido) ¿Ve usted? Es mi danza más famosa… ¡Así que, a la fuerza borracha todas las noches! Aquella noche, ni siquiera me enteré de quién me cogía y me llevaba a dormir.
Mop: (Estremecida, casi saltándole encima para impedirle que siga hablando) ¡Elma, por favor, basta!
La Desconocida: (Rechazándola) No, déjame hablar…! Él había salido…
Mop: (Agarrada a ella) Pero ¿qué quieres decir? ¿Estás loca?
La Desconocida: (Quitándosela de encima y arrojándola sobre la butaca, donde Mop vuelve a acurrucarse con el rostro oculto) ¡Sí, ya lo sé! ¡Sólo los locos tienen derecho a gritar claramente ciertas cosas delante de todo el mundo!
(A Boffi, señalando a Salter que sonríe) Mírelo: se ríe… como se reía al día siguiente por la mañana, cuando quiso saber…
Salter: Porque es extraño que tú…
La Desconocida: …¿Le dé importancia a lo que para vosotros no tiene ninguna? ¡Aquí nada tiene importancia!
(A Salter, indicándole a la hija con la cara oculta) Pero, sin embargo, ella…, ¡mírala!
Salter: El remordimiento por haber traicionado a la que la mandó venir aquí…
Mop: (Levantándose rápida y gritando convulsa) ¡No! ¡Porque es injusto! ¡Es injusto!
La Desconocida: (A Boffi) ¿Comprende? ¡Lo proclaman como un derecho! ¡Los acusa usted, y gritan que es injusto! Yo necesito huir de aquí…, lejos de todos, incluso de mí misma…, lejos…, lejos… Ya no puedo seguir siendo así…, ésta…
Boffi: ¡Pero si de usted depende, señora, el recuperar su otra vida…!
La Desconocida: ¿Mi vida? ¿Cuál?
Salter: (Con feroz sarcasmo) ¡De doña Lucía…! ¡Con tu marido…! ¿Ya lo habías olvidado?
La Desconocida: (Furiosa, a Salter) ¡No, no lo he olvidado!
(A Boffi, en otro tono) ¿Ese hombre sigue buscando a su mujer, al cabo de diez años?
Salter: A su Luchi…
Boffi: (A La Desconocida, con firmeza) Sí, señora…
(luego, a Salter, desafiando el sarcasmo), a su Luchi…
(luego, nuevamente a La Desconocida), a pesar de la guerra, y de quien se ha interesado por hacerla pasar por muerta, al cabo de diez años…
Salter: (Rápido, diabólico) …¿Quién…?, ¿quién ha tenido ese interés? ¡Tú deberías saberlo! ¡Venga, dilo! ¡Dilo!
La Desconocida: (Como antes) ¡Yo no sé nada! Yo le pregunto precisamente a él, ¿cómo puede creerla viva, si no ha vuelto a su lado?
Boffi: Porque supone que, después de todo lo que debe haberle ocurrido…
La Desconocida: …La que él busca, ¡ya no debe existir!
Boffi: …¡No, señora! Supone que ella no ha vuelto…, precisamente por eso, temiendo no poder ser ya la misma para él, después de todo lo ocurrido.
La Desconocida: ¿La misma, después de diez años? ¿La misma, después de todo lo que tiene que haberle ocurrido…? ¡Está loco…! Prueba de que ya no puede ser la misma es que no ha vuelto a su lado.
Boffi: Pero si le digo que, ahora, si usted quiere, señora…
La Desconocida: ¿Si quiero? ¡Sí: quiero huir de mí misma! ¡No volver a acordarme de nada, de nada…! ¡Vaciarme de toda mi vida…! ¡Mire este cuerpo, solamente este cuerpo…! Yo ya no me siento a mí misma…, no me quiero… Ya no conozco nada, ni me conozco a mí misma… Mi corazón sigue latiendo, y yo no lo sé… Respiro, y no me entero… Ya no sé nada de vivir… ¡Un cuerpo, un cuerpo sin nombre, esperando que alguien lo tome…! Pues bien; sí, si él vuelve a crearme, si él vuelve a darle un alma…, este cuerpo, que es de su Luchi…, que lo tome…, que lo tome y ponga dentro sus recuerdos…, sus…, una vida hermosa, una vida hermosa…, una vida nueva… ¡Yo estoy desesperada!
Boffi: (Decidido) ¡Señora, voy corriendo a buscarlo!
Salter: ¡Usted no trae a nadie a mi casa!
La Desconocida: (Corriendo hacia el despacho de al lado) ¡Voy a llamarlo yo!
Salter: (Rápido, deteniéndola) No. Espera. Yo iré. Lo llamaré yo. Y veremos…
Corre al despacho.
La Desconocida: (Sorprendida, perpleja) ¿Llama? ¿A quién llama?
Boffi: ¿Qué va a hacer?
Mop: (Que se ha vuelto para ver qué hace su padre, da un grito de horror) ¡No!
(Y acude, mientras se oye un disparo de revólver) ¡Papá! ¡Papá! ¡Dios mío! ¡Dios mío!
Boffi: (Acudiendo) ¡Ha caído!
La Desconocida: ¡Se ha matado!
Ahora se oyen, de allí, las voces ansiosas de los tres que rodean el cuerpo de Salter que se ha herido en el pecho. Primero lo observan; luego lo levantan del suelo para colocarlo en un diván.
Mop: ¡En el corazón! ¡En el corazón!
Boffi: ¡No, no! ¡No está muerto! ¡El corazón está ileso!
Mop: ¡Mire! ¡Sangre por la boca!
Boffi: ¡Ha tocado un pulmón!
La Desconocida: ¡Levántale un poco la cabeza!
Mop: ¡No, cuidado! ¡Yo! ¡Papá! ¡Papá!
Boffi: ¡Hay que levantarlo! ¡Llevarlo ahí, sobre el diván! ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme!
Mop: ¡Con cuidado! ¡Con cuidado!
Boffi: ¡Usted aquí! Eso: así…
Mop: ¡Soy Mop, papá! Tu Mop…, aquí…, así, despacito, la cabeza… Ese cojín, ese cojín…
La Desconocida: ¡Hay que llamar a un médico en seguida!
Boffi: ¡Yo iré, yo iré…!
Mop: Habla, habla… ¿Qué quieres decir, papá?
(A La Desconocida) ¡Te mira a ti!
La Desconocida: No es grave… No debe ser grave… Pero pronto, un médico…
Mop: (A Boffi) Sí, el médico: mire, aquí en la misma casa hay uno… ¡Pero están llamando a la puerta…!
En efecto, se oye el timbre y golpear en la puerta.
Boffi: (Acudiendo) Yo abriré, yo abriré…
La Desconocida: (Detrás de Boffi) El médico vive en el piso de abajo.
Boffi ha abierto la puerta. Entra un gigantesco portero, típicamente alemán, desgreñado y furioso.
Portero: ¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado? ¿Pero cuándo vamos a acabar, en esta casa? ¿También tiros?
La Desconocida: ¡Sí, sí, mire, el señor Salter…! ¡Se ha herido!
Portero: ¿Se ha herido? ¿Cómo? ¿Se ha herido él mismo?
Boffi: ¡Sí, en el pecho, él mismo… gravemente!
La Desconocida: ¡Por favor, baje en seguida a avisar al doctor Schutz!
Portero: ¡El doctor Schutz estará durmiendo a estas horas!
Boffi: ¡Pues despiértelo!
La Desconocida: ¡Sí, sí, por caridad! ¡Hay que prestarle auxilio en seguida!
Portero: ¡Yo no despierto a nadie! ¡Ustedes revolucionan a toda la casa! ¡Hay que acabar con esto!
Boffi: ¡Iré yo, iré yo a llamarlo!
Portero: (Rápido, agarrándolo) ¡Usted no sale de aquí, si hay un herido!
Boffi: (Libertando su brazo de un tirón) ¡Usted está loco!
Portero: ¡Los locos son ustedes! ¡Hay un reglamento de viviendas! Yo conozco las paredes, conozco la escalera, conozco el reglamento, y pongo la denuncia! ¿Dónde está el herido? ¿Ahí? ¿Es grave?
Boffi: ¡Claro que sí, es grave! ¡Hay que socorrerlo!
Portero: Pero yo digo que, si la cosa es tan grave…
Mop: (Acercándose) ¡Claro! Quizá sea mejor llevarlo a una clínica… ¡Aquí no tenemos a nadie!
Portero: Eso es, precisamente: fuera, fuera de aquí; a una clínica… Puedo avisar a una ambulancia.
Mop: Sí, en seguida, por favor, pida una ambulancia.
Mop vuelve junto a su padre y el Portero se va gruñendo.
Boffi: Pero, ¿cómo? ¿Aquí, así, sin nadie…?
La Desconocida: Vivimos así. De noche, no hay nadie. Y los porteros son los amos de la casa.
Boffi: Ahora, véngase conmigo, señora.
Mop: (Llamando desde el despacho) ¡Elma, Elma, ven aquí!
La Desconocida: No, ¿adónde quiere que vaya ahora?
Boffi: Pero… doña Lucía…
Mop: (Apareciendo bajo el arco) ¡Elma!
La Desconocida: Me llama Elma, ¿oye usted?
Boffi: ¡Entonces, voy yo a buscarlo a él!
Mop: Espero que no tendrás intención de marcharte…
Boffi: …¿Después que él ha estado amenazándole toda la noche?
Mop: …¡Precisamente, porque ella quería marcharse!
Boffi: (Cogiendo a La Desconocida por un brazo) Doña Lucía, volveré aquí con él; y estoy seguro de que, en cuanto usted lo vea…
Mop: (Cogiéndola por el otro brazo) Ven, ven, Elma; ¡te está llamando!, ¡te está llamando: quiere que vayas tú!
Boffi se agita, sorprendido, y sale con decisión.
La Desconocida: (A Mop) Anda, ve; ahora iré yo…
Mop: (Se mueve indecisa. Volviéndose) Tú quieres marcharte…
La Desconocida: No, no, ahora voy… Anda, no le dejes solo…
Mop se va.
La Desconocida, al quedarse sola, se oprime un buen rato el rostro con las manos; luego, de pronto, las separa para pasárselas por las sienes, como para apuntillar su cabeza, que levanta con desesperación, y cierra los ojos para decir…
La Desconocida:¡Un cuerpo sin nombre! ¡Sin nombre!
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1930 – Como tu me deseas
Tragedia en tres actos
Personajes, Acto Primero
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In Italiano – Come tu mi vuoi
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