1922 – Enrique IV – Tragedia en tres actos

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¿Cómo expresar en una comedia el terror que nos inspira el presente?. Pues Luigi Pirandello nos da una lección de buen teatro, de humor inteligente y de original inventiva, al plantear con toda su ironía ese enfrentamiento que siempre nos acecha entre la tranquilidad que brinda el pasado y la incertidumbre que caracteriza al presente.

In Italiano – Enrico IV
In English – Henry IV

Introducción
Personajes, Acto Primero
Acto Segundo
Acto Tercero

Enrique IV
Teatres de la Generalitat Valenciana, Enrique IV, 2008. Immagine dal Web.

Introducción

¿Cómo expresar en una comedia el terror que nos inspira el presente?. Pues Luigi Pirandello nos da una lección de buen teatro, de humor inteligente y de original inventiva, al plantear con toda su ironía ese enfrentamiento que siempre nos acecha entre la tranquilidad que brinda el pasado y la incertidumbre que caracteriza al presente. En su obra “ Enrique IV”, estrenada en 1922, y que el Centro Cultural General san Martín afortunadamente ofreció todo este año con un elenco admirable encabezado por Alfredo Alcón, Pirandello muestra esta encrucijada en una mezcla acertadísima de dramatismo e hilaridad. ¿Cómo enfrentar, entonces, este terror del presente, las heridas que nos va abriendo, las heridas que nos abaten, o el advertir de pronto, en el mismo instante en que se comprende que se amará para siempre, la certidumbre de que ese amor es hueco y sucio? El protagonista de esta obra elige refugiarse en la identidad de un emperador del medioevo alemán que vivió su presente también con incertidumbre, con penas y derrotas, pero del que ya se conocen todos los acontecimientos de su vida, las vicisitudes de sus luchas y, sobre todo, su final, de tranquilizadora previsibilidad.

Final por otra parte que no fue bello, ni heroico, ni arriesgado, pero tampoco catastrófico. Al encenderse las luces del escenario , el espectador contempla una sala de un palacio gótico en la que se ven claramente dos retratos de cuerpo entero: el de Enrique IV y el de su esposa Inés. Pronto invaden la escena un hombre vestido según la moda medieval perseguido por otros tantos hombres con idénticos ropajes. Pero aunque el perseguido continúa asustado, los perseguidores se detienen para exteriorizar una ruidosas carcajadas. De inmediato sigue un diálogo en el que se explica que sólo se trata de una simulación ya que el dueño de esa mansión, que los ha contratado, cree ser Enrique IV de Alemania y hay que seguirle la corriente.

      Más tarde llegarán al castillo un grupo de aristócratas, amigos de juventud del dueño de casa, acompañados por un psiquiatra, con la intención de montar una especie de broma que lo cure de ese delirio. En esta obra, su protagonista, casi con la ingenuidad de un niño y, tal vez, también con su bondad, nos invita a un juego teatral de personajes detenidos en el tiempo, con sus edades inmovilizadas (el protagonista cree tener veintiséis años) en la conveniencia de no abrir más esa espesura inquietante del devenir de la vida, o para prevenir siquiera la irrupción malsana de una decepción que nos mate el alma. La locura y la cordura, la frivolidad de los afectos, el paso del tiempo, y la preservación, aun a costa de la reclusión y el ostracismo, de una inocencia primordial que nos conserve dignos ante nosotros mismos, son los temas que transitan en chispeante orden por esta comedia admirablemente construida. Es imposible no encariñarse con este falso emperador, enfrentado con un Papa muerto ya hace decenas de siglos, y que lo atacó con su arma más mortal: la excomunión. Entonces, si todo su problema consiste en obtener el perdón de un Papa, el horror de una Europa desollada por la Primera Guerra Mundial y el derrumbe de todas las certidumbres, se diluye en la serenidad que le proporciona al protagonista escuchar el zumbido de la desesperación del presente pero desde el trono inofensivo y previsible de Enrique IV.

       La comedia, sin embargo, reserva algunas sorpresas más, pero con todo no dejamos de preguntarnos ¿ por qué no tomar ejemplo y refugiarnos de tanto en tanto en un personaje que nos divierta o nos defienda de una realidad vidriosa y gris?,¿por qué no aceptar este juego de encarnar un rol más noble y más heroico, que nos cure asimismo de esta enfermedad angustiante y vil como es el hoy y el mañana?. Este hombre, escondido dentro de una identidad del pasado, y que convence a los demás de su locura, es el punto crucial en que coinciden, con precisión de geómetra, lo cómico y lo trágico. Allí confluyen, por el arte seductor de Pirandello, la diversión de un carnaval muy antiguo y ese cruel sentimiento de orfandad que siempre mora en el corazón del hombre. Podemos nosotros, personas lógicas y sensatas, interpretar esta fantasía alucinada como debilidad o falta de coraje, y podemos incluso considerar al protagonista como un enajenado o un aristócrata aburrido; pero también se nos ofrece la oportunidad de comprobar la profundidad y la cualidad de verdad de los argumentos que desfilan a lo largo de la obra. Y por sobre todas las cosas, la oportunidad de advertir cuánto tenemos cada uno de nosotros de este Enrique IV de cartón, de este emperador pintarrajeado y loco, y cuánto alivio nos procura su ejemplo.

1922 – Enrique IV
Tragedia en tres actos
Introducción
Personajes, Acto Primero
Acto Segundo
Acto Tercero

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