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Definido como un escritor inusual, difícil de encasillar, Luigi Pirandello nació el 28 de junio de 1867, en Agrigento, Sicilia. Provenía de una familia adinerada (propietaria de una mina de azufre) y pasó su infancia en Porto Empedocle y Villaseta; aquí vivieron en una casita del Caos y Pirandello solía definirse como “hijo del Caos y no alegóricamente”.
Vivió en el período entre el 800 y el 900, entre el Naturalismo y el inicio del Decadentismo; no asistió a la escuela, pero tuvo un tutor que le impartió la primera educación. Luego, en 1882, la familia se trasladó a Palermo, donde Luigi completó sus estudios regulares de bachillerato clásico. En 1887 se mudó a Roma, donde continuó sus estudios en la Facultad de Letras. Debido a un desacuerdo con un profesor, tuvo que abandonar la Universidad de Roma y terminar sus estudios en la Universidad de Bonn, donde, el 21 de marzo de 1891, se graduó en Filología Románica con una tesis sobre: Sonidos y desarrollos del habla de Girgenti (ahora Agrigento). Después de terminar sus estudios, regresó a Roma, donde se estableció definitivamente tras casarse con Maria Antonietta Portulana, de la que tuvo dos hijos y una hija. Los años siguientes marcaron el inicio de su actividad literaria.
Las obras de Pirandello no pueden ser encasilladas dentro de ningún movimiento literario contemporáneo. Sus ideas políticas están influenciadas por Bergson y su ensayo sobre la risa, en el que el filósofo sostiene que la ironía es un distanciamiento respecto a la realidad que se enfrenta.
En todos los textos humorísticos de Pirandello, lo trágico y lo cómico se entrelazan. En el escritor siciliano se asiste a la superación del Verismo, según el cual la realidad es objetiva y autónoma. Para Pirandello, en cambio, la realidad es vida, un flujo continuo y todo aquello que se separa de este flujo comienza a morir; la realidad posee una multiplicidad de aspectos que no pueden ser conocidos racionalmente. La identidad personal del ser humano también es múltiple, y de aquí nace el concepto de la máscara: bajo la máscara no hay nadie, o mejor dicho, hay un fluir incoherente de estados en continua transformación.
Esta falta de unicidad determina la anulación de la persona, que se convierte, parafraseando un título de uno de sus novelas, en “uno” porque pretendemos tener una forma, “nadie” porque no tenemos una personalidad definitiva, y “cien mil” porque, dependiendo de quién nos mire, tenemos un aspecto diferente.
Cada una de estas formas es una construcción ficticia, una “máscara” que el hombre se impone y que la vida social le impone. La única vía de escape de esta situación es la fuga en la imaginación y en lo irracional, o en la locura. El rechazo de la vida social da lugar, en la obra de Pirandello, a un nuevo personaje que “ha entendido el juego” y que, por lo tanto, se aísla, excluyéndose de los pre-mecanismos sociales y observa, con actitudes humorísticas, a los hombres atrapados en la trampa de la realidad.
El teatro pirandelliano es decididamente revolucionario, tanto por las técnicas narrativas como por los contenidos. Pirandello desenmascara la ficción teatral, afirmando que el teatro es una ficción al cuadrado, porque simula la vida, la cual es ya, en sí misma, una ficción, una representación.

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